SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

 

Las instituciones, protagonistas.-

 

El desbroce teórico que Marx hizo en “El Capital”, permite comprender cómo en la sociedad que estudia en dicho libro de forma particular (y en las formas sociales anteriores también) el pivote sobre el que bascula toda la sociedad es el trabajo. La producción es, efectivamente, el cimiento sobre el que descansa toda la sociedad.

Esto ya lo habíamos considerado, más atrás.

Pero, hay algo más.

La producción comprende el trabajo vivo y el trabajo muerto; útiles los dos, e importantes los dos: el martillo y la habilidad y la fuerza del trabajador que lo maneja en este momento. O lo que es lo mismo: el trabajo (ahora no hace falta decir vivo), y los medios materiales con que se realiza.

Los dos, hemos dicho, muy importantes. ¿Igual de importantes?, ¿Igual de necesarios para la producción, para que la sociedad pueda seguir viviendo, existiendo?

No. No son igual de importantes. Se puede trabajar y producir sin martillo; sin trabajador, no. Los medios de trabajo, los ha hecho el trabajador; lo contrario no es verdad.

El pivote sobre el que gira y se apoya toda la sociedad, es el trabajo, pero el trabajo vivo. Y el trabajo vivo es el trabajador. Lo otro, son medios materiales que el trabajador utiliza como ayuda, como apoyo a su labor. Además de que, como hemos dicho, los elabora él mismo, u otro trabajador.

Marx lo explica de una manera particularmente brillante, cuando describe cómo el trabajo vivo es el único que produce valor, al ir incorporándose a la materia sobre la que se aplica. Pero, al mismo tiempo que crea valor, un valor nuevo, va despertando el valor dormido que se encierra en los medios de trabajo (materia prima, herramientas, naves, etc) y los va incorporando, asimismo, a la mercancía que elabora.

O sea, el trabajo vio, no solo es el único que crea valor, sino que además, ha de actuar como tal trabajo vivo, para que el trabajo que yace en los medios de trabajo, se actualice y se incorpore a la mercancía.

Hemos de admitir que, teóricamente, el lugar privilegiado en la producción es el trabajo vivo. Y el trabajo vivo es el trabajador.

Es importante repasar estos ángulos de visión, estos enfoques teóricos, que están en la base de toda la arquitectura del conocimiento marxista, porque en el discurso de los empresarios, el centro de gravedad que sostiene a toda la construcción de nuestras sociedades, no es el trabajo vivo (el trabajador), sino el capital (los medios de trabajo, el trabajo muerto).

Esta distinta postura teórica, esta distinta visión, este distinto ángulo desde el que se observa e interpreta la sociedad entera, su composición y sus movimientos, es la que guía la practica. La práctica en la producción y la práctica en las instituciones. La práctica de los empresarios y de sus representantes políticos.

La práctica del movimiento obrero y sus organizaciones en la producción y la práctica de sus representantes políticos (en las instituciones).

Damos un paso más.

La producción se reproduce a través de las instituciones. Para una sociedad, importante es la producción, e importantes son las instituciones. ¿Igual de importantes para que una sociedad siga existiendo? No, igual de importantes no. La producción puede existir sin instituciones; al revés no. Las instituciones las crea la producción, son una ayuda para que ésta funciones mejor; la inversa no es cierta, no tiene sentido.

Este enfoque teórico es, asimismo, una de las bases del conocimiento de raíz marxista. Sin embargo, el discurso que nos hacen llegar los empresarios y sus representantes políticos e ideológicos, es lo contrario: el Gobierno, las instituciones, son las que dirigen a la producción.

Juntando estas dos conclusiones, podríamos decir que, desde una postura teórica y práctica marxista, el trabajador sería el centro del que arranca toda la ordenación de la producción, en un primer lugar; puesto que la producción, ordenada con este punto de vista, guiará a todas las instituciones para que, reproduzcan la producción en el sentido que hemos dicho.

Estas consideraciones, que ahora, en nuestras sociedades actuales, aparecen como un poco rebuscadas; en sociedades más sencillas, más primitivas, se las puede ver con mayor claridad.

Entre un cazador, y la flecha que utiliza, no dudaremos en decir que el primer lugar en la función de cazar (la producción), la ocupa el cazador, y el segundo lugar, la flecha. Porque la flecha sin cazador no tiene ninguna función en la caza, y sin embargo, el cazador sin la flecha, puede seguir cazando (con lazo, con un palo, con trampas, con un perro, con goma de pegar –resina-, etc.). Y porque la flecha la ha hecho  él con su trabajo. Todo en la caza, es trabajo del cazador. Pero uno es trabajo vivo (su actividad), y otro (el medio que utiliza), es trabajo muerto.

A medida que el medio de trabajo se afina en su función y se complica en su forma y tamaño (simple herramienta, máquina, fábrica), se va borrando esa superioridad del trabajo vivo (el trabajador), y se va poniendo en primer término el trabajo muerto (lo que llamamos el capital).

La misma consideración cabe hacer respecto a la relación entre la producción y las instituciones.

Naciendo  éstas como un apoyo en la repetición y enlace entre los procesos productivos, es decir, dependientes y sirviendo a los mismos; pueden aparecer, presentarse ellas mismas a la sociedad, como el motor y guía de esta sociedad; como el punto, el lugar, el ángulo desde el cual se puede interpretar y entender una sociedad. Como el instrumento con el cual se ha montado, pieza a pieza, una sociedad, y, por tanto, y siguiendo el camino inverso, se la puede desmontar.
          La sencilla flecha, que solo encierra, una forma de trabajo muerto, el que le incorporó al hacerla, el trabajo vivo (el cazador) que ahora la maneja; acaba convertida en un astillero, en una fábrica de electrodomésticos, en una factoría de material ferroviario, que encierra una montaña de horas de trabajo muerto y a las que solo puede manejar, poner en movimiento productivo, un trabajador colectivo disciplinado y experimentado, en forma de trabajo vivo.

Este largo proceso de mejora y perfeccionamiento del instrumento material con el que actúa el trabajo vivo (el trabajador), tiene dos momentos de especial interés, por los cambios que representa para el trabajador. Uno es la pérdida de la flecha, que pasa a no depender del trabajo vivo (el esclavo y el siervo, no disponen de los elementos –la flecha- con que desempeñan su trabajo) sino de los nobles y la Iglesia.

Otro momento importante, es cuando los procesos de trabajo individuales, pasan a ser colectivos. El trabajo vivo pasa a ser acoplado al trabajo muerto, en la forma que dispone su propietario, el capitalista empresario. Convertible el trabajo muerto en dinero, y el dinero en trabajo muerto, su movimiento a través del mundo entero, hace correr el trabajo vivo en su busca, para poder mantenerse y reproducirse.

Este cambio en la forma de acoplarse el trabajo vivo al trabajo muerto, el trabajador a los medios de trabajo, tiene un firme apoyo en las instituciones. De forma que todo cambio en la producción comporta un cambio en las instituciones.

Este ajuste entre la forma de producir, de trabajar, y la forma de las instituciones, no es ni automático ni rápido. Lo hemos visto en varias partes de éste trabajo; pero la más vistosa, seguramente, ha sido la del comunismo.

Ante unas formas de trabajar como las que existían cuando los bolcheviques tomaron la dirección de las instituciones: obreros que trabajaban para los terratenientes, y campesinos que trabajaban las tierras con sus medios propios. Ante estas formas de trabajar, las instituciones (el Estado) creen que pueden sustituirlas por otras, más favorables a los trabajadores, y las montan. La mayor parte de los campesinos no las entienden, ni la aceptan, y los obreros se dejan guiar por los dirigentes de las instituciones, principalmente del Partido Comunista.

A los 70 años, las instituciones, dan por hecha la tarea hecha, pero comprenden que la producción tiene su rango, que es superior al de las instituciones. Se puede tardar en reconocerlo, pero a la larga, la producción señala el rumbo, y las instituciones la acompañan.

El Partido Comunista Ruso, si continua en la línea de los análisis marxistas, deberá recomenzar su tarea de hace 70 años; pero esta vez se centrará en la producción; sin perder de vista que su motor verdadero, su centro de gravedad, es el trabajo vivo, es el trabajador, no el instrumento que utiliza, ni el resultado que obtiene.

Tanto el Estado capitalista (las instituciones de nuestras sociedades) como el estado de la sociedad rusa (las instituciones que montaron los comunistas), utilizan al trabajo vivo, al trabajador, para unos fines que no son los propios de los trabajadores.

Y esto lo hacen, disponiendo del trabajo muerto, y a través de él, mandando sobre el trabajo vivo, ordenándolo y dirigiéndolo.

En los dos casos, en el capitalismo y en el comunismo ruso, el trabajo muerto, el trabajo vivo materializado en un producto, apenas sale de las manos del trabajador, pierde éste su poder de disposición sobre el mismo.

Tanto es así, que en un caso son los empresarios a través de los acuerdos colectivos o a través del contrato individual, y en otro caso el Plan, los que señalan la cantidad de este trabajo muerto, producto de su actividad, que se les asigna para su reproducción, al trabajo vivo.

La parte del trabajo muerto que se dedicará a servir de instrumento o medio de trabajo, y ser manejado y accionado por el trabajo vivo, es asimismo señalada por los capitalistas y el Plan, respectivamente. Que señalarán y decidirán, no solamente la cantidad que a ello se dedica, sino también las características técnicas de los mismos.

El trabajo vivo, el trabajador, el cazador, que materializó su actividad viva en un producto (el mono que cazó para reproducirse él y su familia, o la flecha que se fabricó para cazar mejor), acabó perdiendo la disposición del producto de su propio trabajo. Ahora le señalan (sociedad capitalista o comunismo ruso), cuánto mono se puede comer, y con qué tipo de flecha deberá cazar (incluyendo, naturalmente, las instrucciones para su uso).

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